Por JACQUELINE PONCE LEÓN
Después de tener accidentes que la llevaron a someterse a tratamiento médico, las desgracias continúan en la vida de Susana durante la emergencia sanitaria.
Las bibliotecas de Houston, Texas, están cerradas al público. Sin embargo, Susana sigue trabajando en una de ellas en las tareas de limpieza. Con coronavirus o sin él, cada día retira basura y limpia pisos, baños y mobiliario durante una hora.
Para ella, esta pandemia solo remata una serie de infortunios iniciados en 2019.
Susana acepta contar su historia a Conexión Migrante, pero sin compartir sus apellidos. La joven indocumentada de 26 años no quiere tomar el riesgo de perder los 130 dólares que gana quincenalmente en la biblioteca. Ahora mismo, no puede darse el lujo de perderlos.
En 2019, Susana tenía dos empleos y una rutina extenuante: trabajaba de 3 pm a 3 am en una cocina. De ahí, en plena madrugada, se iba a limpiar la biblioteca de 3:30 a 4:30 am. Luego llegaba a casa a bañarse y a dormir.
Durante el periodo en el que trabajaba en la cocina, en uno de sus días libres Susana aprovechó para ir a comprar una mochila que necesitaba. Iba manejando cuando un hombre de edad avanzada chocó con ella. Trató de evadir el impacto, pero le fue imposible.
El accidente le provocó una hernia en dos discos de la columna y lesiones en un brazo. La atendió un quiropráctico, quien le recomendó dejar el trabajo que tenía en la cocina porque era muy pesado. Así que conservó exclusivamente el empleo en la biblioteca.
Sin embargo, dos semanas después se cayó de las escaleras de su casa y se fracturó el pie derecho.
En aquel momento tenía ahorros, inició un tratamiento médico y logró incluso cambiar de coche, ya que el primero fue declarado pérdida total.
La tormenta Imelda y el pitbull
Pero en septiembre del año pasado, el auto que recién compró se inundó durante la tormenta tropical Imelda que golpeó el sureste de Texas. Se bajó del coche como pudo junto con su perrito bóxer.
Susana logró llegar a su casa para avisarle a su hermano que su carro estaba inundado. Necesitaba ayuda. Regresaron juntos a sacarlo del agua ayudados por una camioneta. Su mascota iba con ellos.
Cuando su hermano enganchaba el carro a la camioneta, Susana se percató que dos perros de raza pitbull estaban cada vez más cerca. Uno de ellos atacó al perro de Susana. Ella alcanzó a protegerlo levantándolo por el chaleco y el collar que llevaba, pero el segundo pitbull la atacó a ella directamente.
“Me dicen los médicos que corrí con suerte porque el pitbull me mordió, pero no me arrancó el pedazo de piel. Pero sí quedó la cicatriz de sus dientes. Fue un momento muy traumático, desde entonces sueño con peleas de perros”.
Recaída y el Covid-19
El ataque de los perros hizo que Susana volviera a lastimarse la espalda y el pie. Y su vida se complicó como nunca.
Los padres de Susana están en México y para entonces sus ahorros se habían esfumado.
El coronavirus la acecha y ella no recibe ni guantes o cubre bocas para el trabajo de limpieza que realiza en la biblioteca. Ella ha comprado estos materiales para protegerse. Toma un riesgo cada día y lo sabe, pero no puede quedarse sin trabajo. “Esos 130 dólares quincenales me sirven para cosas esenciales”.
Su hermano, quien se dedica a colocar puertas y ventanas, cubre la mayor parte de los gastos de la casa desde que iniciaron sus problemas. Pero ambos temen ahora no poder pagar la renta.
El Covid-19 ha obligado a Susana a interrumpir su tratamiento de columna en un momento en el que era muy importante para rehabilitarse y para asegurar que su columna no tenga secuelas.
La joven solo espera que todo esto termine pronto.
“Me ha tocado aguantar mucho”, concluye.