La globalización, la urbanización y el aumento de los ingresos son algunos de los factores que han modificado los hábitos alimenticios de la población. En México, y en el mundo, se dedica menos tiempo a preparar alimentos sanos en casa, y ha aumentado el consumo en establecimientos de comida rápida o elaborada en la vía pública.
Se ha pasado de alimentos equilibrados entre los siete grupos alimenticios a dietas hipercalóricas con alto contenido de almidones refinados, azúcares, grasas, sal, alimentos procesados y carne. Lo que se traducido en un elevado índice de enfermedades cardiovasculares, diabetes y ciertos tipos de cáncer.
En México, el 73% de los mexicanos padece sobrepeso y casi una tercera parte sufre de obesidad derivado, en gran medida, de los hábitos alimenticios poco saludables y la falta de ejercicio.
El panorama no es mejor con las niñas y niños, en México 3 de cada 10 niños entre 5 y 11 años tienen problemas de sobrepeso u obesidad, según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición.
Las zonas urbanas encabezan las listas de obesidad infantil y es determinado por una alimentación baja en verduras, frutas y leguminosas, y alto consumo de bebidas azucaradas no lácteas, botanas, dulces, postres y cereales dulces.
La diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares encabezan las causas de muerte entre los mexicanos, el 32 por ciento de mujeres y el 20 de hombres, seguidos por problemas del corazón o de los riñones.
Los hábitos alimenticios poco saludables están relacionados con una quinta parte de las muertes en todo el mundo, y este problema está repercutiendo adversamente en los presupuestos sanitarios.
La Secretaría de Salud estima que el costo total de la obesidad alcanzará los 272 mil millones en 2023, un aumento de 13 por ciento en seis años. Tan sólo la estrategia contra la diabetes por obesidad asciende a 85 mil millones de pesos, de los cuales 73 por ciento correspondió a gastos para el tratamiento de pacientes.
México ocupa el segundo lugar en obesidad en adultos y el primero en obesidad infantil, sin embargo, esos problemas cohabitan con la desnutrición en algunos hogares o comunidades.
Existen familias donde se reporta inseguridad alimentaria o experiencias de hambre, mismas en donde se identifican sobrepeso u obesidad, esto lo han asociado a comportamientos no saludables de las poblaciones vulnerables, que comen no lo que deben, sino lo que pueden.
Organismos internacionales como UNICEF ha lanzado estrategias desde el ámbito mundial para erradicar problemas como la desnutrición y la malnutrición que contemplan: fortalecer las capacidades de los sistemas de salud nacionales para atenderlos, promover la lactancia en la primera infancia y hacerle frente al etiquetado confuso de alimentos y bebidas cuyos principales consumidores son los niños, niñas y adolescentes.
Por su parte, México, ya inició los trabajos legislativos para modificar la Ley General de Salud, con la cual, bajo un diagnóstico, se podrán establecer hábitos de nutrición y actividad física por género, edad y situación socioeconómica, en todo el país.
Estudios en el mundo sobre la correlación entre precio y calidad de los alimentos han resuelto que los países desarrollados cuentan con sistemas alimentarios más eficaces en la provisión de alimentos sanos a bajo costo y grabado de productos que más afectaciones ocasionan a la población. De forma extrema, en países como Estados Unidos las calorías proporcionadas por alimentos son poco saludables y son una opción muy económica.
En el caso de los países menos desarrollados, la población que vive en sistemas alimentarios pobres no accede a productos nutritivos como los huevos, leche, frutas o verduras ya que suelen ser caros, por lo que basan su alimentación en productos baratos como el arroz, maíz y pan.
¿Por qué gustan éstos alimentos que potencialmente hacen daño, no aportan nutrientes y la gente no puede dejar de comerlos? Porque su ingesta provoca que el cerebro libere dopamina, una substancia que genera en el organismo una sensación de bienestar, placer y saciedad. Por eso, cuando una persona ve estos alimentos el antojo es un simple acto reflejo del cerebro.
¿Cuántos va querer, joven?
Fotografía: Jorge Carrasco, Gustavo Durán, Isaías Hernández, Archivo Notimex
Texto: Yaremi Escobar